A veces hago guiños a las primaveras para engañarlas; les
hago creer que son veranos, que su sol calienta y que esa sensación de
mariposas con la que cada año nos asombran, no es sino una quietud estival de mar
salada y grillos de la siesta.
Intentan abrirme el corazón como en mi adolescencia y yo les
respondo con una quietud de meridiano en ese espacio de tiempo en el que se
agostan los sueños, antes de ser deudor de todos nuestros recuerdos
Me miran de reojo, se insinúan con sus colores de
entretiempo, pero yo me mantengo impasible, tumbado, mirando ese cielo azul plano
y sin matices del tiempo que nos adelanta.Son esos días en el que las ideologías
dejan de tener atractivo y valoras más un beso que mil discursos, el amor de la
siesta de un dia impar (de cada tres) que mil aleatorios tomados al asalto en cada trasnoche de verano.
A veces hago guiños a las primaveras para engañarlas y las
espero desde agosto y julio pensando que vengo de regreso sin que realmente
haya llegado todavía a ninguna parte.
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