jueves, 4 de agosto de 2016

Aviones y trenes

No me gustan las metaforas que comparan la vida con un tren. El tren que pasa y no vuelve, las vias que te obligan a seguir para no descarriar, la maquina que tira de los coches sin pararse nunca y que jamás concede una segunda oportunidad.
Es cierto que aquella mañana de mayo dejé pasar tu tren sin subirme; es cierto que vi cabizbajo y de reojo tu cara esperanzada mirándome desde nuestro mar de cristal y es cierto que me quedé varios dias en la estación silenciosa y rosa donde pactamos que subiría para irnos lejos por fin.
No sé como explicarte ahora que no pudo ser. Pero si mañana me llamaras sin echarme la culpa, sin preguntar por estos años de intermedio; si mañana me dejaras huir arrepentido de este tunel  en el que he vivido, me dejaras salir justo por la boca del aeropuerto que lleva a vuelos sin reserva, si me dejaras. Te buscaría allí donde estuvieras, enlazaría caminos sin señalar, uniría con lineas rectas rutas y paises imposibles, viviría semanas en trasbordo y facturaría con denuedo mis sueños en transito hasta llegar a tí. No me gustan las metaforas que comparan la vida con un tren porque no dejan hueco para unir los destinos por vias secundarias que a fin de cuentas, son las que utilizamos todos para darnos otra oportunidad.

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