sábado, 10 de diciembre de 2016

El protagonista de Rabos de lagartija tiene acúfenos

El protagonista de Rabos de lagartija tiene acúfenos, silbidos y oleajes que le rellenan sin querer sus tiempos de silencio. En la quietud y en la soledad; en el espacio entre las ocupaciones. Es un ruido que le persigue, le taladra en un soniquete lento y permanente. En los momentos en los que nada piensa, siempre están allí, en cada minuto, sin descanso.
Tengo un colega al que le echaron de la empresa el pasado trece de mayo, la virgen de Fátima. Desde entonces las frases se le repiten. Lo que dijo y lo que no; la amenaza que pronunció y la que se guardo para dentro. La maldad de sus enemigos y la indiferencia de los que creía sus amigos. El tiempo que el trabajo mordisqueo su vida pero sobre todo los últimos años sin vacío cuando cada segundo de pensamiento estaba ocupado por su trabajo. Como un acúfeno.
En los momentos de vigilia que preceden al sueño sus voces se colaban en sus duermevelas, en ese tiempo de ausencia en el que los ateos miramos el cielo buscando un dios lejano, él lo sustituía por las labores pendientes. Incluso en ese segundo de vértigo que precede al orgasmo se le representaba en forma de plastilina la agenda de mañana.
Tenía desde hacia unos años una pistola ilegal en el cajón de casa. Se la paso su amigo el poli procedente de un rumano de regreso. Aquella mañana 194 días después de aquel trece de mayo en el que le despidieron, la guardó en el bolsillo de su gabán; anduvo el camino repetido tantas veces hasta su curro. Entró en la oficina de su jefe, que al verlo escondió un sentimiento de rareza sin culpa. Hola le dijo. Y sacó la pistola. Su antiguo jefe aguanto el aire, un ruido entre silbidos y oleajes le vino de golpe a la cabeza, le vació el estomago y le lleno de sangre la sien en forma de tsunami.
Mi colega dejó la pistola sobre la mesa “la tengo desde hace años nunca conseguí saber  si para pegarte tres tiros a ti o para darme uno yo, ahora ya no me hace falta”. Se dio la vuelta y se fue con la cabeza vacía y sin ruido.
Desde entonces, desde aquel día en el que se vio morir, aquel jefe con un nombre que no quiero recordar visita a mi amigo José Luis, el otorrino. Le ha diagnosticado acúfenos por impacto emocional. No es grave pero cada mañana la cabeza se le llena de silbidos y oleajes que no le abandonan en todo el día, parece que en su caso, es difícilmente curable.

domingo, 13 de noviembre de 2016

Amarillo casi gris

Amarillo, Romeo, Ferrater, los que odian la vida y escuchan a barricada, los que van de melancolicos, los que tienen vocacion de artistas por escribir cuatro letras, los que tienen su soledad llena de espejos. Hay libros q se joden por leerlos mal y otros q te joden por leerlos bien. Ferrater lo planificó años antes mirando el cielo. Romeo cuenta en amarillo como izuel, sin embargo, se fue fundiendo en gris, como se fue corrompiendo ante sus ojos.
Me fui acojonando al pensar en ti. Siempre pense que eras un acojonado. El ejemplo de tipo con padre que se ha comido la infancia y la adolescencia de su hijo a mordiscos. Nunca pensé que lo hicieras. Tu no. Pero me lei Amarillo y me dio miedo de ser tu sombra, tu Romeo agrafo y desconocido, el cura ateo de tu entierro. 
Nosotros jugabamos con la tristeza como la broma que intercala la felicidad de ir viviendo, como la excusa q nos permitia ir de poetas boehemios; para ti sin embargo, iba en serio y tu tristeza se enroscaba como la hiedra en tu angustia y en tu desasosiego. Te me estabas yendo, te me habias ido ante mis ojos y lo que era peor casi queria q te fueras desde el balcón abajo como izuel o como alfonsina mar adentro pera descargar de culpa mi impotencia. Y es que nunca es libertad el suicidio sino tristeza. Nunca deja paz sino reproche a los que quedan.

F de Justo Navarro y Amarillo de Felix Romeo

miércoles, 5 de octubre de 2016

Un hombre normal.

Metro noventa y cien kilos de hombre muerto. "Era una buena persona" Dijeron las vecinas con esa vocación de tertulianas de telecinco que tienen todas las marujas en las crónica de sucesos "Una persona normal". Apunto otra regalando el titular al becario que firmo la reseña por seis euros cincuenta. "Esta vida de mierda, nos hace seres atormentados". Concluyó el argentino del Tercero C.
Y quizás los tres tuvieran algo de razón: buena persona, un ser normal, un tormento que corre por dentro sin escucharse fuera y la mala suerte de tener una pistola a mano. Un odio simple que empieza en lo trivial y entra en barrena. Una fijación. La búsqueda de un culpable a todas sus frustraciones y la mala hora de encontrarlo en su jefe, el abogado.
El abogado Martínez no es que fuera malo, era simplemente un gilipollas que soñaba con ser alguien a fuerza de poner en práctica los libros de Sun Tzu. Durante diez años, nuestro amigo le sirvió de estera donde sacudirse sus zapatos y su mediocridad. Y una buena mañana se encontró con una onza de plomo en el cerebro, justo diez minutos antes de que aquel hombretón se regalara otra a sí mismo.
A Martinez se lo llevaron enseguida los de la morgue. A nuestro amigo lo dejaron un buen rato en la calle. Mientras llegaron los de la prensa, mientras reanimaron a la jueza de instrucción que sufrió una indisposición al ver a su primer muerto, al final quedó la calle vacía. Los vecinos se preocuparon mucho, la verdad, bueno se preocuparon mucho por  preguntar a una locutora que estaba bien buena a qué hora iban a echar esa noche el recorte en el noticiario.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Repasando el libro de pedidos.

Ella llegó a la ciudad antigua dos meses después de separarse. Dejo la maleta bajo la mesa, la tablet a cargar y el cerebro en punto muerto. Pidió una jarra de cerveza fría y se puso a repasar las últimas hojas de pedidos por si faltaba algún dato para darles curso definitivo.
Primero leyó la hoja en la que pedía desayunar los domingos desnuda, tan solo con el pijama de él aun dormido y que al despertar apareciera de puntillas y le diera un beso en la nuca mientras ella fingía no darse cuenta. Era un pedido en blanco, nunca cumplido; y sin posibilidad de recuperarlo así que lo selló como “Devuelto”.
La siguiente hoja de pedido era la cuenta de viajes, consistente en pasear por los jardines de Boboli camino a la Plaza Michelangelo y darse besos a deshora contemplando el Arno. Le puso un sello de “Pagado”. Pero recordó la bronca que tuvieron porque ella se había olvidado la tarjeta del hotel. Por eso, lo tuvo que añadir a la carpeta de malgastados.
El último pedido que le quedaba por sellar era olvidarlo, olvidarlo para siempre; olvidar las tardes primeras, los amores en el piso nuevo, los poemas escritos en el cristal. Echó unas lágrimas, terminó la jarra y le puso la estampilla de “Pendiente”.

martes, 23 de agosto de 2016

Habrá que sacar punta a los lápices.

La tarde se deshace en un rumor de palabras, los paseantes perfilan la orilla sin mas destino que el regreso, los niños entretienen las horas con gritos de tulallevas y la playa va extendiendo las sombras de un sol cansado de tanto día.

Quiza sea que el aire se desgasta, que el mar se adormece en sus ultimas olas, quiza que el estio va con pasos cansinos hacia septiembre como el partido que se deshoja en minutos sin importancia con el marcador decidido.Sera que el verano siempre se escribe con la emocion impostada del periodista deportivo.

Habrá que ir retirando la lona con la que los jubilados cubren sus coches en desuso para guarecerlos del polvo y la resina. Habrá que borrar archivos de la memoria de bolsillo, habrá que arrancar las paginas mordidas de los diarios, esas que solo tienen la primera frase de una historia sin hacer. Habrá que sacar punta a los lápices.

miércoles, 10 de agosto de 2016

Engañando primaveras desde mi estío.

A veces hago guiños a las primaveras para engañarlas; les hago creer que son veranos, que su sol calienta y que esa sensación de mariposas con la que cada año nos asombran, no es sino una quietud estival de mar salada y grillos de la siesta.

Intentan abrirme el corazón como en mi adolescencia y yo les respondo con una quietud de meridiano en ese espacio de tiempo en el que se agostan los sueños, antes de ser deudor de todos nuestros  recuerdos

Me miran de reojo, se insinúan con sus colores de entretiempo, pero yo me mantengo impasible, tumbado, mirando ese cielo azul plano y sin matices del tiempo que nos adelanta.Son esos días en el que las ideologías dejan de tener atractivo y valoras más un beso que mil discursos, el amor de la siesta de un dia impar (de cada tres) que mil aleatorios tomados al asalto en cada trasnoche de verano.

A veces hago guiños a las primaveras para engañarlas y las espero desde agosto y julio pensando que vengo de regreso sin que realmente haya llegado todavía a ninguna parte. 

jueves, 4 de agosto de 2016

Aviones y trenes

No me gustan las metaforas que comparan la vida con un tren. El tren que pasa y no vuelve, las vias que te obligan a seguir para no descarriar, la maquina que tira de los coches sin pararse nunca y que jamás concede una segunda oportunidad.
Es cierto que aquella mañana de mayo dejé pasar tu tren sin subirme; es cierto que vi cabizbajo y de reojo tu cara esperanzada mirándome desde nuestro mar de cristal y es cierto que me quedé varios dias en la estación silenciosa y rosa donde pactamos que subiría para irnos lejos por fin.
No sé como explicarte ahora que no pudo ser. Pero si mañana me llamaras sin echarme la culpa, sin preguntar por estos años de intermedio; si mañana me dejaras huir arrepentido de este tunel  en el que he vivido, me dejaras salir justo por la boca del aeropuerto que lleva a vuelos sin reserva, si me dejaras. Te buscaría allí donde estuvieras, enlazaría caminos sin señalar, uniría con lineas rectas rutas y paises imposibles, viviría semanas en trasbordo y facturaría con denuedo mis sueños en transito hasta llegar a tí. No me gustan las metaforas que comparan la vida con un tren porque no dejan hueco para unir los destinos por vias secundarias que a fin de cuentas, son las que utilizamos todos para darnos otra oportunidad.

lunes, 1 de agosto de 2016

PIzzas Dos por Una

Esa mañana dejó la carta cerrada sobre la cocina. Le decía adios para siempre y le confesaba verdades y ansiedades de su vida en común. Cuando llegó la señora de la limpieza la mezcló junto con la propaganda de Telepizza dos por una y otra de Academia de repasos Felez. El no la leyó.
Ella regresó aquella noche cabizbaja y arrepentida. No le preguntó, apenas le miró a los ojos. Se acurrucó en la cama a su lado tras ver la serie de médicos. Y salió de ella la iniciativa para hacerse un amor triste como perdón por la huida no consumada. Se follaron en silencio en un orgasmo ensimismado y profundo.
El parecia distinto pensó ella, para mejor, y valoró cuanto le había afectado aquella carta sobre la mesa hacía ya un mes. El la vio transformarse en los últimos treinta dias en una dulzura de edad madura que hacía olvidar los sinsabores de antes.  Hoy le iba a encargar una pizza barbacoa de esas que tanto le gustaban a ella y fue al cesto donde la señora de la limpieza solía dejar la propaganda de dos por una.

Palabras a mano

Un calendario de agostos. La necesidad de empezar de nuevo. Ser otra vez palabra a mano en un cuaderno, a una cara, sin reverso. En prosa, sin verso, en poema. Sin más significado que dejar escuchar mis mantras en voz alta, mis desvarios, mis cadencias, digo mis carencias, mis madrugradas sin sueño.
Hacer de cada beso un cuento, escribir un verso largo y lento. Solo veinte lineas, un diario de agosto. Un disparo de enero. Un patchword de estios. Veinticinco lineas a lapiz, algún microcuento. Trozos de ayer, fotografias inventadas, amantes plagiadas por escritores viejos. Calles que recuerdo de mis viajes y una descripción precisa de tu cuerpo que solo tiene un defecto: el existir solo en mis sueños.

domingo, 31 de julio de 2016

Unas caderas para naufragar

Esas caderas eran un arcón de sueños de viandantes perdidos, de adolescentes en primera paja, de casados en primer adulterio, de ursulinas tras el primer rezo y cincuentonas tras su primera sombra sin Gray.
Invitaban al abrazo por detras, al beso en el cuello, a perfilarlas con el vertigo de un viaje sin biodramina, a la locura de una noche sin carnet ni identidad, a la soledad de un whatsapp sin grupo que te amigue, a una masturbación a deshora pensando en ellas.
Al sentarse se ampliaban como las tertulias entre amigos bañadas en bourbon y viejos recuerdos. Al moverse se llenaban creando oleajes de miradas y deseos y al irse marcaban a lo lejos la linea del horizonte.Así era ella: unas caderas donde naufragar al menor descuido.

Un calendario de agostos

Hoy es una de esas mañanas de verano en las que se maceran las ideas y las palabras se deslizan a lapiz en cuadernos por estrenar. Siento el amargor del café entre mis labios y la mañana lenta, muy lenta, como en espera.
Veinticinco líneas que son esa cucharada a medio guiso que comprueba el grado de cocción de esta vida sin oleaje. No es lo mismo la falta de ruido que el silencio, no es lo mismo. No entiendo que a veces sea más facil acostumbrarse a la paz que a la guerra. Al sosiego que al desasosiego.
La puta inercia que hace del sobrealiento una forma de vida; como si lo normal fuera correr, esquivar la llamada, echar balones fuera. Busco un reloj sin saetas, un calendario de agostos para alargar más mis poemas.