Esas caderas eran un arcón de sueños de viandantes perdidos, de adolescentes en primera paja, de casados en primer adulterio, de ursulinas tras el primer rezo y cincuentonas tras su primera sombra sin Gray.
Invitaban al abrazo por detras, al beso en el cuello, a perfilarlas con el vertigo de un viaje sin biodramina, a la locura de una noche sin carnet ni identidad, a la soledad de un whatsapp sin grupo que te amigue, a una masturbación a deshora pensando en ellas.
Al sentarse se ampliaban como las tertulias entre amigos bañadas en bourbon y viejos recuerdos. Al moverse se llenaban creando oleajes de miradas y deseos y al irse marcaban a lo lejos la linea del horizonte.Así era ella: unas caderas donde naufragar al menor descuido.
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